Se pide silencio al público y se alza el telón. Aparece un escenario resplandeciente: quizás una atestada calle de la Venecia renacentista o el salón de una casa de campo inglesa. Apenas comienza la acción, el auditorio se transporta a ese sitio, pues el escenario parece natural y crea la ilusión de que lo que sucede en el foro es real.
Aunque el teatro occidental se remonta a más de 25 siglos, la escenografía es una innovación hasta cierto punto reciente. Los actores griegos y romanos actuaban entre pilares y pórticos, con un escenario estilizado e inalterable. Los decorados especiales para cada obra se usaron por primera vez en las cortes de los príncipes renacentistas italianos. En la Italia del siglo XVI se puso de moda montar obras en interiores, en lo que se consideraba un escenario convencional: un cubo al que le faltaba un lado. Artistas y arquitectos creaban telones pintados y bastidores que daban la ilusión de un escenario tridimensional.
Sin embargo, en otros países el teatro continuó siendo un espectáculo al aire libre. Por ejemplo, el escenario del teatro Globo de Shakespeare se extendía hacia las gradas. La escenografía había obstruido la visión al público, de modo que sólo se usaban el vestuario y contados accesorios, y en los parlamentos se citaba el sitio de la acción. Fue en la segunda mitad del siglo XVII, décadas después de la muerte de Shakespeare, cuando el teatro inglés adoptó los decorados lujosos. Pero Shakespeare tuvo éxito en su época, con lo cual se comprueba que una obra y actores de calidad pueden atraer público al mundo del teatro con tanta eficacia como una escenografía impresionante.
La obra teatral más antigua que se conoce es un drama religioso escrito en el antiguo Egipto hacia el año 3200 a .C., hace más de cinco milenios. Esta obra cuenta la terrible historia del asesinato del dios Osiris por su malvado hermano Set. El cuerpo de la divinidad es cortado en pedazos y luego es esparcido sobre un área extensa. Sin embargo, su esposa Isis y su hijo Horus juntan las partes y el dios muerto resucita. La obra termina con la coronación de Horus como rey de Egipto. En 1895, el texto de este drama se descubrió en un pairo en Luxor, antigua Tebas.
¿Sabía usted qué...?, Reader’s Digest, 1990
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