Ser o no ser
La próxima vez que el espectador vea una producción de Hamlet, de Shakespeare, piense en el príncipe. En esta obra, la más larga del bardo de Stratford, el protagonista de Hamlet debe declamar 1.530 líneas con un total de 11.610 palabras. En cambio, La comedia de las equivocaciones, la obra más corta del mismo autor, tiene sólo 1778 líneas, menos de la mitad que Hamlet (3.931 líneas).
Entre 1590 y 1610, Shakespeare escribió más de 100.000 líneas teatrales y creó 1.277 personajes, mayores y menores. Su vocabulario fue uno de los más ricos de la literatura inglesa. En sus obras utiliza más de 30.000 palabras, o sea, el doble del léxico promedio de un individuo educado del siglo actual.
Casi la mitad de sus obras fueron publicadas por separado en vida del autor, en el formato en cuarto, que consiste en doblar un pliego de papel en cuatro. El origen de estos textos se debió a menudo a ediciones piratas de argumentos o apuntes, escrito de prisa durante representaciones y sin corregir. En una edición en cuarto de Hamlet está la frase inmortal: “Ser o no ser, éste es el problema.” Por fortuna, siete años después de la muerte de Shakespeare en 1616, dos de sus amigos produjeron una edición fiel de sus obras completas, el Folio, que ha servido de base para muchas ediciones subsecuentes.
Algunos críticos aun se niegan a creer que un simple actor, educado en una escuela de segunda enseñanza del centro de Inglaterra, con “poco latín y menos griego” pudiera escribir obra de tantas fuerza como la de Shakespeare. En distintas épocas, todas algunas han sido atribuidas a toda una gama de posibles autores, como el conde de Oxford, el filósofo Francis Bacon y una monja isabelina.
En aras de ser realistas, debe admitirse que las obras de Shakespeare están llenas de anacronismos y pequeños absurdos. Por ejemplo, un reloj suena en la antigua Roma, 10 siglos antes de que se inventaran los relojes, y Cleopatra juega billar. En Cuento de invierno, un barco atraca en las costas de Bohemia, región que no tiene acceso al mar.
Sin embargo, todo esto no importa. Shakespeare es por lo visto indestructible: sus obras se representan más que las de cualquier autor teatral en la historia del mundo, y son tan populares hoy como durante los últimos 400 años. El fue en realidad, como escribió su contemporáneo Ben Johnson, un autor “no de una época, ¡sino, de siempre!
Reader’s Digest de México,1993
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