Cuerpo y vida cotidiana
El cuerpo surge en el escenario
de los encuentros cotidianos no como un objeto natural sino como un producto
voluntariamente disfrazado, enmascarado por vestimenta, maquillaje, tatuajes,
etc.
Se constituye como un punto de
anclaje necesario, al mismo tiempo, lábil, que se desliza de lo real a lo
aparencial, de lo oculto a lo develado, de la unidad a la fragmentación, del
adentro al afuera.
El cuerpo es un medio de estar en
el mundo y, al mismo tiempo, un producto de ese mundo; los movimientos
corporales son vehículos de comunicación, una forma de intercambio pautada por
las diferentes culturas.
En la vida cotidiana, el
comportamiento gestual expresa emociones, acompaña al habla para repetir, contradecir,
sustituir, completar o acentuar lo dicho, o bien, opera como regulador de la
interacción conversacional. En ese aspecto comunicativo de la gestualidad
general es importante incluir la expresión facial, pues controla los canales
del intercambio, complementa o cualifica otras conductas verbales o no verbales
(un parpadeo equivale a una sonrisa de aceptación, complicidad, etc.), e
inclusive, en algunos casos, puede llegar a reemplazar el enunciado verbal.
Actualmente nos encontramos
inmersos en una cultura somática, en
la que el cuerpo es objeto de culto y expresión narcisista: cuerpos mimados,
cuidados, gloriosos, que son socialmente recompensados. Inversamente, quienes
poseen cuerpos que no responden a los cánones de belleza consensuados son acosados,
discriminados, humillados. Humillación que se manifiesta en su marginación y
ocultamiento, tanto en el campo familiar como en el institucional, y que llega
a límites sorprendentes en los medios de comunicación. Aun en nuestros días,
enanos, mujeres gordas, seres deformes de todo tipo son exhibidos en programas
televisivos, a la manera de los antiguos espectáculos de feria y circo.
Fragmentos de:
Beatriz Trastoy, Perla Zayas de
Lima; Lenguajes escénicos, Prometeo,
2006