sábado, 3 de septiembre de 2011

El teatro del mundo


Teatro tradicional japonés

El teatro japonés, es un teatro escrito e interpretado en Japón desde el siglo VII d.C. hasta nuestros días. Durante este periodo el teatro japonés ha evolucionado y ha dado lugar a una amplia variedad de géneros caracterizados generalmente por la fusión de elementos dramáticos, musicales y de danza. La música y la danza, así como los temas, decorados, vestuario y estilos interpretativos, se regían hasta hace poco tiempo por una normativa muy estricta y ofrecían relativamente pocas cualidades realistas o naturalistas. Algunos géneros están formados casi de forma exclusiva por un repertorio fijo de obras, que a menudo son milenarias.
La primera forma conocida de espectáculo teatral japonés es el Gigaku, que fue introducido en Japón en el 612 d.C. desde el sur de China, y pudiera ser en su origen hindú o incluso griego. Las danzas Gigaku, interpretadas con máscaras, parecen haber sido cómicas. En el siglo VIII el Gigaku cayó en desuso porque su carácter frívolo disgustaba a los gobernantes japoneses de ese periodo. Fue sustituido sobre todo por el bugaku, otro espectáculo importado de China. Las danzas Bugaku presentaban situaciones simples como el retorno de un general de la guerra. Los intérpretes llevaban togas, y sus danzas tenían un esplendor exótico. Los gobernantes japoneses, en un intento de imitar los modos de la corte china, favorecieron el Bugaku, tanto por su solemnidad como por su similitud con los entretenimientos cortesanos de China, y así adquirió rápidamente carácter ritual. Hoy en día el Bugaku sólo puede contemplarse en ceremonias.
Un tipo de espectáculo acrobático conocido como Sangaku fue también importado desde el continente asiático y se hizo popular en el siglo VIII, con lo cual influyó en el teatro japonés. Los números típicos eran el funambulismo, el malabarismo y la introducción de espadas en la boca. Una combinación de estas representaciones y las canciones y danzas sagradas asociadas con la religión de sinto evolucionaron gradualmente hacia formas más complejas de espectáculo.
Documentos del siglo XI atestiguan la existencia de pequeñas obras cómicas, así como de una obra que todavía se representa, la danza ritual Okina, que podría provenir de este periodo. También se representaban obras en festivales religiosos para apoyar las plegarias de los sacerdotes por las cosechas o para ilustrar la historia de los templos donde se celebraban tales festivales. Los actores y músicos se organizaban en compañías.
La cultura japonesa ha producido dos formas de teatro interesantes y originales, el teatro No y el Kabuki.
En el siglo XIV, surgió uno de los mayores logros artísticos teatrales, el género No, y casi no se ha modificado en los últimos seis siglos. Sus obras incluían danzas solemnes cuyo objetivo era sugerir las emociones más profundas del personaje principal, y estaban escritas en la lengua poética de los clásicos japoneses. A menudo el programa también contaba con la representación de las farsas Kyōgen, cuya característica principal era la de haber sido escritas en lengua coloquial.
Los fundadores de esta tradición, Kannami Kiyotsugu y su hijo Zeami Motokiyo, depuraron su estilo teatral, para halagar el gusto de la exigente aristocracia japonesa, que había transformado actividades cotidianas, como beber té y hacer arreglos florales, en actividades artísticas elegantes. El No alcanzó el máximo prestigio gracias al genio de estos grandes dramaturgos y consiguió el patronazgo del sogunado de Ashikaga después de que el jefe militar viera actuar a Zeami en 1374. Éste hizo del No un tipo de teatro refinado y aristocrático, pero tras su muerte tendió a perder su vitalidad creadora y a convertirse en una forma ritual. Muchas obras del No que aún se representan son de Zeami, y sus tratados críticos son considerados la última autoridad en el tema. Durante un corto periodo tras la Restauración Meiji en 1868, el No estuvo a punto de extinguirse dadas sus conexiones con un sogunado que había caído en desgracia. Sin embargo, sobrevivió y desde entonces goza de popularidad entre el público especializado.
En consecuencia, el teatro No es un espectáculo mínimo, más un ritual que un drama, y cada movimiento y entonación tienen una forma establecida para siempre. Son pocos los diálogos hablados y no hay escenografía ni efectos especiales. Con la simple manipulación de un abanico en distintas maneras, el actor puede sugerir lluvia, agua ondulante o luna creciente. Todos los actores son hombres que usan máscaras para representar los papeles de mujeres, diablos o ancianos. A lo largo de casi toda la obra, un coro canta las líneas principales del actor, mientras éste ejecuta los solemnes movimientos rituales de una danza.
Hay cinco tipos de dramas en el teatro No: obras sobre dioses, guerreros y mujeres; obras diversas, en general sobre locos; y acerca de demonios, bestias extrañas y otros seres sobrenaturales. Tradicionalmente los programas incluían una obra de cada tipo; pero hoy es habitual que abarque solo dos o tres. El teatro No se representa en un teatro con escenario cubierto. El público se distribuye a los dos lados o, con menos frecuencia, a los tres lados del escenario. Se deja un pasillo, llamado el puente, señalado por tres pinos, para que los actores puedan llegar al escenario. El decorado está construido con elementos impresionistas que sugieren el perfil de un barco, edificio o cualquier otro objeto importante para la obra
El teatro Kabuki es de estilo muy diferente. Basado en el carácter melodramático de las marionetas, siempre ha atraído al pueblo más que a la aristocracia. El teatro de títeres combina tres elementos: los títeres, los cantores que cantan y declaman por los títeres y los músicos del shamisen, un instrumento de tres cuerdas que se utiliza como acompañamiento. El gran dramaturgo japonés Chikamatsu Monzaemon escribió sobre todo para el teatro de títeres, cuyo nivel artístico es quizá más alto en Japón que en ninguna otra parte del mundo.
Los orígenes del Kabuki se remontan a 1603, cuando una bailarina, Okuni, organizó con éxito puestas teatrales y danzas eróticas en el lecho seco de un río de Kyoto. A esta forma teatral se la asoció con la prostitución y en 1629 se prohibió que las mujeres aparecieran en escena. No obstante, quedó establecido como teatro popular y luego se desarrolló con reparto exclusivamente masculino. El kabuki está más cerca del espectáculo que del teatro propiamente dicho. Los textos originales, a diferencia de aquellos adaptados del teatro de títeres, tienen menos importancia que la interpretación, la música, la danza y los brillantes colores del decorado. Las obras se representan en grandes teatros, con un hanamichi, o plataforma elevada, que se extiende desde el final del teatro hasta el escenario.
Ser actor del teatro Kabuki es una profesión hereditaria, que se trasmite de padre a hijo, y las familias de actores conservan la tradición. Con sus largas representaciones —al principio duraban 12 horas, hoy 5—, actores muy maquillados y estilizada acción, el Kabuki está muy lejos del concepto de teatro occidental tradicional. Al igual que en el teatro No, la danza, el movimiento y el canto tienen más importancia que el diálogo.
El programa de Kabuki consta de cuatro partes: un drama histórico seguido de una o dos danzas, un tema doméstico y un impresionante drama bailado.
En Occidente ha habido múltiples giras de teatro No y Kabuki, y su influencia es evidente en el teatro minimalista en el teatro occidental moderno. El Kabuki ha perdido algo de su pureza por el contacto con la cultura occidental. Pero la tradición japonesa aún es tan exótica e impenetrable como siempre para los aficionados al teatro del Broadway neoyorquino o el West End londinense.
Además del teatro tradicional, desde principios del siglo XX ha habido un repertorio teatral a la manera occidental con obras originales japonesas en lengua moderna y traducciones de obras europeas. Algunos dramaturgos del siglo XX han intentado establecer un compromiso entre las formas tradicionales japonesas y otras occidentales, ya sea introduciendo psicología moderna en cuentos antiguos o creando versiones al estilo Kabuki de clásicos europeos como la obra de Shakespeare Macbeth. En Cinco obras modernas del teatro No (1956) Yukio Mishima planteó una presentación moderna de temas tradicionales, con lo cual consiguió un éxito rotundo. Otras obras, en particular La grulla del crepúsculo (1949), de Kinoshita Junji, también derivan de viejos cuentos populares. Muchos dramaturgos contemporáneos japoneses tratan temas como el conflicto entre la sociedad japonesa tradicional y la moderna y las injusticias sociales; otros autores prefieren trabajar en la creación de equivalentes japoneses del teatro simbólico contemporáneo o la comedia musical americana.



¿Sabía usted que...? (1990), Reader’s Digest, 1992
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